Puede resultar un paseo agradable y muy entretenido, al transitar por los diferentes hitos que les explicarán parte de la historia de esta ciudad. Su meta, será llegar a unos de los lugares más visitados en la ciudad de Córdoba.
Desde el centro neurálgico de la ciudad de Córdoba, como es la Plaza de las Tendillas, dirección este, bajando la calle Claudio Marcelo fundador de la Corduba Romana, girando en las ruinas del Templo Romano hacia la iglesia Claretiana de San Pablo (frente a la que se encuentra el consistorio de la ciudad), cruzando la Antigua Vía Augusta, seguimos paralelos al amurallado este de la Urbe Romana y posterior Medina Musulmana (Calle Alfaros) para llegar a la Cuesta del Bailio, siguiendo el Vía Crucis (Cruces representadas en la fachada), llegaremos a la Plaza Capuchinos.
Sin lugar a duda la Plaza Capuchinos, es de los hitos que hay que visitar en su visita a Córdoba, Ni Rafael de la Hoz (Arquitecto) Ni Ricardo Molina (Poeta) estaban equivocados en cuanto a su opinión de esta plaza que acoge a varias joyas de la Semana Santa cordobesa. La Hermandad de La Paz y Esperanza y la Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores, dos iconos que visten de gala la plaza el miércoles y viernes santo.
Sobre todo si van de noche. El poder ver el Cristo de los Faroles, rodeado de fachadas en blanco, canto rodado en los pies y un manto de estrellas, le va a producir una sensación de recogimiento espiritual y nos le dejará indiferentes.
También veremos reflejada la memoria de Julio Romero de Torres, en azulejo, con su obra “La exaltación de la Saeta”
Sin olvidar la copla cantada por Antonio Molina, en la película del año 1958.
¨El Cristo de los Faroles
Nos va a unir ante mí.
Juntitos ya de por vida
Lo que Dios une allí arriba.
Nadie lo puede desunir¨
El Cristo de los Desagravios y Misericordia, aunque ustedes lo puedan conocer mejor como el Cristo de los Faroles, obra realizada en 1794 por el escultor cordobés Juan Navarro León, con el mecenazgo del capuchino franciscano Fray Diego José de Cádiz.
Podemos apreciar que se encuentra rodeado de ocho faroles y una inscripción en su base, tenemos el salmo Miserere, mientras que en la cruz se puede observar un verso de la Biblia escrito en latín, cuya traducción al castellano sería “Y la roca era Cristo”. *PETRA AUTEM ERAT CHRISTU*
Todo monumento que se precie tiene su anécdota o leyenda que siempre gusta escuchar aunque no tenga mucha credibilidad.
En nuestro caso nos tenemos que trasladar a finales del siglo XVIII, por toda la ciudad se escuchaban los rumores de un personaje que transitaba de noche por la Cuesta del Bailío para acceder a la Plaza de Capuchinos, embozado con paso firme, se colocaba frente al Cristo de los Faroles, realizaba su oración con mucho recogimiento y desaparecía por la Calle del Silencio, sin ser visto su rostro.
La rumorología dio pie a diversas versiones, desde un alma en pena pidiendo su redención a un espíritu errante que vagaba por la ciudad.
Hasta que una noche se dirigió a la comunidad que guardaba al Cristo de los Faroles, para expresarles el porqué de su presencia cada noche en la Plaza de Capuchinos.
Soldado del ejército español en Cuba, venía todos los días a cumplir la promesa que le hizo en su día al Cristo de los Faroles de Fray Diego José de Cádiz.
¨ Volviendo un día por la calle del Silencio, dos encapuchados los estaban acechando a su paso por dicha calle, se vio inmerso en una tremenda trifulca, con ruidos de espadas y sangre de por medio, no parecía tener fin esta pelea. Hasta que se encontró solo ante los pies del Cristo de los Faroles y sin ninguna herida en su cuerpo. Dio gracias a su salvador y prometí qué durante mi estancia en Córdoba, vendría todas las noches a rendir gracias por mi salvación hasta mi vuelta a Cuba con nuevo cargo de Capitán General de Ejército Español¨
Verdad o no, este lugar forma parte de la historia de esta ciudad.
En Córdoba les espero.
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